Hoy, Dew, he decidido escribirte un "diario". Lo voy a llamar "Diario de un tiempo ya vivido", para que conozcas la música, el cine, los libros que yo escuchaba, veía o leía a tu edad. Eso y todo lo que vaya surgiendo.
No va a ser un diario al uso. Es decir, a pesar de la denominación: "diario", no vas a poder leerlo todos los días. Irá apareciendo "por sorpresa" y así comprobaré si de verdad sigues mi blog. Si no es así, prepárate...
Y hoy... TOCA MUSICA. Otra vez música... como ayer. Aunque yo sólo te brindo la letra. Si quieras escucharla cantada, tendrás que buscarte la vida...
Me ha venido a la cabeza una canción de Silvio Rodríguez que me trae muchos y grandes recuerdos de juventud.
Pero antes, un poco de su biografía, para que vayas conociéndolo:
Silvio Rodríguez: " Cantautor cubano. Junto a Pablo Milanés y Noel Nicola, máximos exponentes de la Nueva Trova cubana. Silvio utiliza la fórmula del cantautor típico, acompañándose tan sólo de su peculiar voz y de su guitarra.
Entre sus trabajos destaca Te doy una canción (1975), Al final de este viaje (1978), Tríptico (1984), uno de sus más reconocidos discos, el recopilatorio Clásicos cubanos 1975-1984 (1991) y Cita con ángeles (2003)."
Y ahora, allá va la canción, de grandes y especiales recuerdos...
Siempre que se hace una historia
se habla de un viejo, de un niño o de sí,
pero mi historia es difícil:
no voy a hablarles de un hombre común
Haré la historia de un ser de otro mundo,
de un animal de galaxia.
Es una historia que tiene que ver
con el curso de la Vía Láctea.
Es una historia enterrada.
Es sobre un ser de la nada.
Nació de una tormenta
en el sol de una noche,
el penúltimo mes.
Fue de planeta en planeta
buscando agua potable,
quizás buscando la vida
o buscando la muerte
—eso nunca se sabe—.
Quizás buscando siluetas
o algo semejante
que fuera adorable,
o por lo menos querible,
besable, amable.
Él descubrió que las minas
del rey Salomón
se hallaban en el cielo
y no en el África ardiente,
como pensaba la gente.
Pero las piedras son frías
y le interesabacalor y alegrías.
Las joyas no tenían alma,
sólo eran espejos,
colores brillantes.
Y al fin bajo hacia la guerra...
¡perdón! quise decir a la tierra.
Supo la historia de un golpe,
sintió en su cabeza
cristales molidos
y comprendió que la guerra
era la paz del futuro:
lo más terrible se aprende enseguida
y lo hermoso nos cuesta la vida.
La última vez lo vi irse
entre el humo y metralla,
contento y desnudo:
iba matando canallas
con su cañón de futuro.
Léelo con atención, y hasta la próxima, Dew... y tú tambien, Dwarf, que sigo tu blog...

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